Abril 2014.- El conocimiento humano vive una aceleración histórica sin precedentes, que tiene como motor un conjunto de tecnologías capaces de almacenar, intercambiar y procesar cantidades ingentes de información a una velocidad inimaginable hace apenas unos años.
Ese ritmo vertiginoso provoca que el mundo y sus individuos se reinventen de manera profunda y constante. Nada de esto hubiera sido posible sin la química.
La «sociedad líquida», como la bautizó el sociólogo Zygmunt Bauman, no sería la seña de nuestro tiempo sin los nuevos materiales, que con sus propiedades posibilitan el desarrollo de aplicaciones sorprendentes.
Pero ese enriquecimiento es mutuo, pues la química también ha cambiado gracias al influjo de las tecnologías de la información y la comunicación, como refleja la concesión del Premio Nobel de Química de 2013 a los padres de los programas informáticos que simulan la complejidad de los procesos químicos.
Lorena Cabeza y Andrea Jiménez / divulga
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