Han publicado un artículo en la revista ACS Applied Materials & Interfaces en el que han analizado los diferentes métodos de fabricación de los distintos tipos de mascarillas
Los equipos de protección individual (EPI) se han convertido en una de las herramientas más eficaces para evitar la transmisión, el contagio, y la proliferación de la actual pandemia de COVID-19 causada por el síndrome respiratorio agudo severo coronavirus 2 (SARS-CoV-2). De ellos, las máscaras faciales son las más utilizadas y su uso, después del confinamiento, se ha convertido en obligatorio en lugares públicos cerrados para evitar la propagación de esta pandemia y muchos otros patógenos bacterianos, incluidas las cepas resistentes a múltiples fármacos.
Un equipo multidisciplinar internacional integrado por personal investigador de las Universidades Católica de València, Jaume I de Castellón, Kyoto de Japón, King Abdulaziz de Arabia Saudí y South Florida de Estados Unidos han publicado un artículo de revisión en la revista ACS Applied Materials & Interfaces, titulado «Protective Face Masks: Current Status and Future Trends» en el que se detallan los esfuerzos científico-tecnológicos realizados para el desarrollo de los principales métodos de fabricación de los distintos tipos de mascarillas faciales que se están comercializando para luchar contra la COVID-19.
El trabajo ha puesto de manifiesto que las mascarillas faciales más comúnmente utilizadas están hechas de materiales que carecen de propiedades de inactivación contra el SARS-CoV-2 o bacterias multirresistentes. Por ello, las personas sintomáticas y asintomáticas que las usan pueden infectar a otros debido a las cargas microbianas viables que se escapan de ellas. Además, tocar la superficie contaminada de este tipo de equipos es una ruta de transmisión predominante y, en general, el uso masivo de estos equipos se ha convertido en una fuente creciente de desechos biológicos que perjudica al medio ambiente.
En opinión del profesor Juan Andrés «el progreso en el desarrollo de mascarillas faciales ha contribuido significativamente a la puesta a punto de nuevas tecnologías, como la síntesis y caracterización de nuevos materiales biocidas más potentes». Es por ello que «se hace necesario aprovechar todo el conocimiento adquirido para fabricar y proporcionar a la sociedad mascarillas faciales de nueva generación constituidas de materiales biocidas avanzados, reutilizables, y biodegradables», ha asegurado.
De esta manera, continua el investigador de la UJI, se consigue una mayor seguridad ya que se restringe la transmisión y propagación del SARS-CoV-2 en la población porque «el virus se inactiva y pierde su infectividad después de entrar en contacto con materiales biocidas y alcanzar una protección adicional contra patógenos de manera sostenible. Además, estas mascarillas faciales tienen una vida útil más larga debido a su capacidad para matar virus, bacterias, y hongos”, concluye.
Han formado parte de este estudio los investigadores Alberto Tuñón-Molina y Ángel Serrano-Aroca del Laboratorio de Biomateriales y Bioingenería de la Universidad Católica de València; Juan Andrés del Laboratorio de Química Teórica y Computacional del Departamento de Química-Física y Analítica de la Universitat Jaume I; Kazuo Takayama del Center for iPS Cell Research and Application de la Universidad de Kyoto (Japón); Elrashdy M. Redwan de la Facultad de Ciencias de la Universidad King Abdulaziz en Jeddah (Arabia Saudi); y Vladimir N. Uversky del Departamento de Medicina Molecular de la Universidad de South Florida en Tampa (Estados Unidos).
«Protective Face Masks: Current Estatus and Future Trends»: https://pubs.acs.org/doi/abs/10.1021/acsami.1c12227