La industria química atraviesa en estos momentos una etapa doblemente compleja. Mientras afronta el reto de su propia descarbonización y la del resto de sectores productivos desarrollando soluciones y tecnologías net-zero para alcanzar la neutralidad climática, experimenta desde hace un año un notable retroceso productivo, al igual que otros sectores industriales. Esta situación no está limitada a nuestro país, sino que afecta a la industria química de toda Europa e incluso de forma mucho más aguda a países como Alemania y Países Bajos, con caídas superiores al 15%.
Este descenso, concentrado en la química básica, tiene dos causas fundamentales: los altos precios del gas y la electricidad, por un lado, y la retracción de la demanda, por otro, sobre todo en Europa. Esto está perjudicando de forma significativa nuestra competitividad. En el caso de la energía, la reforma del mercado eléctrico europeo no está siendo suficientemente ambiciosa, lo que exigirá medidas complementarias por parte del próximo Gobierno que permitan acceder a precios energéticos competitivos. Desde la segunda parte del pasado año la demanda de productos químicos empezó a debilitarse fuertemente, especialmente en Europa, dificultando de manera importante nuestra capacidad de competir en los mercados globales. Es esencial seguir apostando por la recuperación de los sectores con mayor efecto tractor de nuestra economía como la automoción, y toda su cadena de valor auxiliar, la construcción o la agroalimentación. Si la dinámica de estos sectores no mejora difícilmente lo hará la industria química, cuya demanda es siempre derivada.
El sector químico se encuentra en un proceso sin precedentes en cuanto a toma de decisiones sobre inversiones, con expectativas de pasar de casi 3.000 a 4.000 millones de Euros anuales, incremento que necesitamos para alcanzar nuestros objetivos de neutralidad climática. Para ello es fundamental que nuestra industria mantenga su competitividad durante la transición energética. De lo contrario, no podremos generar los recursos para abordar estas inversiones tan necesarias. Aunque los costes energéticos constituyen el factor más diferencial, también lo son el funcionamiento de las cadenas de suministro, la sobrerregulación, la falta de incentivos a la inversión, las cargas administrativas o una fiscalidad cada día más exigente.
Más allá de que la situación actual pueda retrasar la toma de decisiones, e independientemente de los incentivos del PRTR u otros programas de apoyo, necesitamos también una hoja de ruta regulatoria que incentive estas inversiones, así como el desarrollo de tecnologías y procesos net-zero que permitan alcanzar los objetivos del Green Deal sobre la base de la neutralidad tecnológica. No debemos discriminar de entrada unas rutas tecnológicas frente a otras si todas pueden de una manera u otra acelerar el logro de los objetivos climáticos. Es el caso de la captura y el almacenamiento de CO2, imprescindible para una transición energética realista.
De cara al futuro y esperando que el sector retome más pronto que tarde un ritmo positivo de crecimiento, Tarragona, por sus características únicas, tiene potencial para aspirar a un futuro competitivo, viable y descarbonizado. Prueba de ello son los grandes proyectos que ya se están poniendo en marcha o que se han anunciado.
Si se dan las condiciones correctas, el sector químico seguirá creciendo de forma sostenible en los próximos años. Sin duda, el próximo ejecutivo comunitario que iniciará su andadura en otoño de 2024, deberá trabajar para establecer la competitividad industrial como un objetivo prioritario, al igual que hoy lo es el Green Deal. El uno no se alcanzará sin el otro.
Carles Navarro
Vicepresidente de Feique